martes, 19 de abril de 2022

El poder de la educación para transformar la sociedad


¿Cuál es la esencia de nuestro trabajo como educadores y educadoras? En el mito griego Prometeo se atrevió a robar el fuego del Olimpo para dárselo a los humanos, pero los dioses lo castigaron por su pretensión de romper el monopolio del conocimiento y repartirlo entre los mortales. Más que repetir el pensamiento del pasado, necesitamos generar ideas y conocimiento que sirvan para ayudarnos a vivir lo real, aceptando y asumiendo las inevitables condiciones de la existencia humana. 

Creo en el poder transformador de la educación. En su contribución decisiva para formar personas para que aprendan a pensar por sí mismas pensando en los demás. A ser creativas y no resignadas. A tener espíritu crítico y capacidad de imaginar y soñar. La educación revalida su importancia ayudándonos a ser ciudadanos/as libres y responsables.

Creo en la fuerza de la educación para que todas las personas puedan desarrollar su potencial de inteligencia y bondad. El don de la libertad lo expresamos no solo en nuestra capacidad de dialogar y deliberar, sino también de decidir y actuar. Educar es ayudar a las personas en su proceso de desarrollo integral según un proceso dinámico, ya que el ser vivo es siempre una conciliación entre lo que está siendo y lo que quiere ser. Por eso podemos contribuir con la educación a que hombres y mujeres, en la infancia o la vejez –a lo largo de toda la vida– puedan ser felices recreando el mundo. 

“La verdadera educación no solo consiste en enseñar a pensar, sino también en aprender a pensar sobre lo que se piensa y este momento reflexivo -el que con mayor nitidez marca nuestro salto evolutivo respecto a otras especies- exige constatar nuestra pertenencia a una comunidad de criaturas pensantes…”. Tomado de: Savater. F. (1997). El valor de educar. Ariel, p. 16.

“La educación es el único mecanismo de revolución pacífica que hay. La educación es el antídoto contra la fatalidad. La fatalidad provoca que el hijo del pobre siempre sea pobre, que el hijo del ignorante siempre sea ignorante, una buena educación hace saltar estas barreras por los aires. La educación es lo más subversivo que hay”. Tomado de: Savater. F. (2012). Ética de urgencia. Ariel, p. 63